Distintas organizaciones de la sociedad civil estamos movilizadas y coordinando acciones para hacer posible la extradición al Perú del prófugo de la justicia, Alberto Fujimori Fujimori. Ahora mas que nunca se hace indispensable compartir información sobre los delitos de los que se le acusa a Fujimori y realizar actos que promuevan la solidaridad con esta causa, y generen mecanismos de presión a las distintas autoridades que tienen a su cargo el deber de devolver a Fujimori al Perú.

sábado, mayo 12, 2007

ALBERTO FUJIMORI, UN ESPECTRO CONTINENTAL

Por GUSTAVO ESPINOZA M. (*)


Cuando se aproxima la definición de “el caso Fujimori” en los tribunales chilenos y salta a luz la idea de que pueda retornar al Perú, quedar relegado en el país del sur o alzar vuelo para cobijarse bajo cielo nipón; cabe recordar que los elementos que configuran el tema no interesan solamente a quienes él gobernó en el Perú. Son asuntos que involucran a todos y perfilan el rostro de un régimen de horror, común a nuestro continente. Alberto Fujimori no es un problema peruano. Es un espectro continental. i

Dos son las grandes vigas que moldearon el cuerpo de lo que ocurrió en el Perú en las últimas décadas, y que tienen mucho en común con sus similares de la región: la imposición del modelo neo liberal dispuesto por los organismos financieros internacionales, y la ejecución de una política de exterminio que paralizara al pueblo e impidiera una resistencia clara a sus planes de sometimiento al Gran Capital.

En definitiva el “modelo” neoliberal impuesto aquí por el fujimorismo, fue el mismo que los “Chicago boys” experimentaran en Chile en los años de Pinochet, cuando el régimen fascista se dispuso a instaurar un esquema de dominación que esquilmara al pueblo y multiplicara sideralmente las ganancias de los poderosos. Pero esa misma política -con sus variantes naturales- fue la de Martínez de Hoz en la Argentina de Jorge Rafael Videla; y la de la dictadura uruguaya que vivió a la sombra de las recetas del Fondo Monetario. Fue, adicionalmente, la política de “modernizaciòn” de Sánchez de Lozada en Bolivia años más tarde, y la que impuso con esmero la oligarquía en Ecuador y Colombia porque era esa una manera clara de servir los designios del amo del norte.

Probablemente pos eso, cuando en 1992 por primera vez en el Perú la revista del Sindicato de Trabajadores de Telefónica publicó una caricatura de Fujimori señalándolo como “el chinochet”, no solo dio en el clavo, sino que también hincó el orgullo del dictador que, a partir de entonces, asumió el “mote” y se regodeó con él. “Me dicen chinochet” recordó eufórico en más de una ocasión el mandatario de origen japonés, vanagloriándose de lo que consideraba un distintivo relevante de su gestión. Para él, lo era el que lo compararan con el genocida del sur.

Gracias al “modelo” de dominación impuesto ocurrieron dos fenómenos notables: creció en forma desorbitada la deuda externa de América Latina con relación a las grandes potencias subiendo de 220 mil millones de dólares a 728 mil millones en pocos años; y se incrementaron las utilidades de las grandes empresas en todos nuestros países, que se convirtieron en una suerte de paraísos del Gran Capital.

En el caso peruano, por ejemplo, “el modelo” Fujimori, heredado por las administraciones posteriores que lo aplicaron sin rubor, dio en los años siguientes a la fuga del dictador, cifras espectaculares. En 1999 la inversión extranjera era, en efecto, de 810 millones de dólares, pero llegó a 2,156 a fines del 2002 y hoy se ubica en los 3,476 millones. Y en esa línea, las remesas al exterior que, por concepto de utilidades, registraron las empresas extranjeras, y que en el 2002 se situaban en 479 millones de dólares, superaron a fines del 2006 los 6,740 millones de dólares; todo lo que confirma un derrotero al que aún rinden pleitesía los economistas burgueses de todos los matices. Fujimori puso los cimientos del edificio y quienes lo siguieron construyeron los pisos al antojo del dueño del capital.

El otro brazo del “modelo” fue, sin duda, el manejo autoritario y represivo de la gestión gubernativa. Como suele decirse, la dosis caballuna de neo liberalismo, se aplicó en nuestros países sin anestesia. Y para neutralizar la capacidad de respuesta de trabajadores y se ejerció contra ellos una política genocida.

La idea central de esa política, fue la de la existencia de “una guerra” en la que resultaban válidos todos los procedimientos orientados a “quebrar la resistencia” del supuesto enemigo, alentado por “ideas foráneas”: “Sabemos cómo es esta guerra y la vamos a ganar en el terreno que ellos elijan; en los montes tucumanos, en las calles de nuestras ciudades, en las fábricas donde se pretende sabotear nuestra capacidad de producir, y en las universidades, donde se envenena a nuestra juventud con ideas foráneas” , dijo en su momento el general Luciano Jáuregui Comandante de la segunda Brigada de Caballería de Paraná, interpretando el espíritu y la mentalidad de los suyos, empeñados en aplastar a su pueblo.

Todos los planes de exterminio y de dominación brutal que se impusieron en el continente a lo largo de casi tres décadas, se inspiraron en la misma idea central: hay que destruir la resistencia del pueblo porque esa será la única manera de perpetuar en la región el modelo de dominación del Gran Capital. Villa Grimaldi, La Academia de Guerra Aérea, La noche de los lápices, la matanza de Huanuni, o los horrendos crímenes consumados contra poblaciones indefensas en los andes peruanos; no fueron sino hitos de una misma estrategia de exterminio: La Operación Cóndor, herramienta supranacional impuesta en colusión con los servicios secretos de los Estados Unidos.

No constituye una casualidad constatar, en efecto, que Ernest Siracusa, ex embajador de USA en Perú y en Uruguay, dijo mientras desempeñaba sus funciones en Montevideo en julio de 1976: “La manera más racional de enfrentar un enemigo coordinado a nivel regional, es organizarse del mismo modo. Estados Unidos hace tiempo que urge a estos países a aumentar su cooperación en seguridad. Ahora que lo están haciendo, nuestra reacción no debería ser de oprobio”.

Aludía por cierto a los pueblos -“el enemigo coordinado a nivel regional”- y a los planes para enfrentarlo, que empleaban las dictaduras a la sombra de la CIA.

En buena medida son estos los dos esquemas que deben tomarse en cuenta en el tema Fujimori. No fue simplemente un Presidente autoritario, o arbitrario. No fue un Jefe aislado que por su cuenta y riesgo aplicó una política genocida. Fue, en el Perú, el instrumento directo de una ofensiva expoliadora y asesina que se libró aquí con los mismos objetivos que en otras partes. Por eso es hoy un espectro continental. (fin)

(*) Del Colectivo de Nuestra Bandera. www.nuestra-bandera.com

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