EN UNA JAULA DE ORO
Por Gustavo Espinoza M.
Como en la ranchera mexicana que alude a la calandria, así Alberto Fujimori Fujimori quedó encerrado en una jaula de oro valorada en no menos de 450 mil euros, la Hacienda Chicureo, considerado uno de los condominios más espléndidos de la Comuna de Colina, que alquiló hace un par de meses y en la que dispondrá de canchas de golf, tennis, piscinas y otras diversiones.
Noticiado probablemente del giro que tomaban los acontecimientos, y advertido del contenido del informe que preparaba la Fiscal Mónica Maldonado, el ex mandatario peruano resolvió “tomar sus providencias” y acomodarse en un lugar desde el cual dispondría incluso de una pista de aterrizaje de helicópteros que podría transportarlo fácilmente a cualquier lugar de Santiago (incluida la embajada nipona). Tal vez por eso abandonó su departamento de la calle Luz, en La Reina y juntó sus vituallas para una cómoda estancia campesina.
Han pasado ya veinte meses desde que el prófugo ex Presidente peruano tomó silencioso un avión en el aeropuerto Haneda, la capita imperial, para enrumbar hacia América Latina en busca de su perdido poder político. Las cosas no se salieron como las había planeado. No pudo aterrizar en Lima y debió recalar en el aeropuerto de Santiago. Allí se alojó por unas horas en el Hotel Marriot, la cadena hotelera más vinculada a los servicios de seguridad de los Estados Unidos, pero fue detenido y conducido a la Escuela de Gendarmería de Santiago, donde permaneció con reclusión relativa por espacio de seis meses. Luego recuperó su plena libertad, pero ella no le duró mucho. Finalmente se acortaron los plazos y hoy el así llamado “chinochet” afronta los últimos tramos de su proceso de extradición.
En el Perú tiene adherentes y detractores. Entre los primeros, está la clase dominante, que se benefició con el modelo neo liberal que impuso a raja tabla destruyendo una a una las conquistas de los trabajadores. También los medios de comunicación, a los que corrompió impúdicamente. Y la Mafia. Y determinados segmentos del “pueblo” a los que asistió con una política paternalista en el empeño por forjarse una base social. Entre los segundos, las víctimas de su política criminal, los segmentos pensantes de la sociedad -la intelectualidad democrática-, los trabajadores y los jóvenes empeñados en forjar un país mejor, en suma, la mayoría de peruanos.
Moviéndose entre unos y otros, Fujimori buscó, en efecto, afirmar un régimen basado en la fuerza y en la corrupción. La gasolina le duró poco y la mesa de tres patas que construyera con el Comandante General del Ejército, general Nicolás Hermoza Ríos y el “asesor de Inteligencia” Vladimiro Montesinos, comenzó a desmoronarse en 1998 cuando se vio precisado a introducir cambios en la cúpula castrense. Sus íntimos colaboradores de entonces -hoy reos en cárcel- lo esperan para reconstruir el trípode, solo que en otras condiciones.
De acuerdo a la opinión de la Fiscal Maldonado, diez de los doce cuadernillos de acusaciones enviados por las autoridades peruanas resultaron “demoledores” y ameritan, por cierto, la entrega del prófugo. Lo novedoso es que, la Magistrado tomó en cuenta no sólo los casos de lessa humanidad, -La Cantuta y Barrios Altos- considerados imprescriptibles por la justicia, sino también acusaciones por corrupción, los que, a su vez, comprometerán aquí virtualmente a todos sus colaboradores. Y es que, obviamente, Fujimori no obró sólo: fue la cabeza más visible de una Mafia que aun tiene en sus manos los resortes del Poder. ¿Alguien lo duda?
Si usted, amigo lector, pensara que, dada la gravedad de los cargos, nadie en su sano juicio pondría la mano en el fuego por él, conozca la conducta del Primer Vicepresidente de la República, el Almirante Luis Giampietri, y las declaraciones de la Segunda Vice Presidenta, la señora Lourdes Mendoza del Solar. Una y otras la indicarán en que los altos mandos de la administración peruana, “el chinito de la yuca” -como se le conoció- tiene sus “fans”.
Por ahora, la opinión de la Fiscal Maldonado abre la perspectiva de un proceso. Pero será necesario esperar aún. El Juez Orlando Alvarez en un par de semanas, dirá su palabra. Y luego el tema pasará a la Corte de Santiago y finalmente a la Suprema. Se espera, como lo dice cómicamente un caricaturista limeño- que “Condorito” traiga -vestido de cigüeña- a Fujimori envuelto en un ropón celeste para la próxima navidad.
¿Será posible eso? ¿Será posible confiar en la justicia chilena? ¿Y será sensato luego confiar en que la justicia peruana le hará “un justo proceso” en el que, con sentido bíblico, todas sus faltas sean castigadas?
La justicia chilena no permitió que el genocida Pinochet pisara un sólo día de su vida la Cárcel Central de Santiago, donde debió pagar sus crímenes. Virtualmente todos ellos quedaron impunes y sólo serán sancionados en la memoria y en el recuerdo de los pueblos. Incluso, los llamados “delitos económicos” -que escandalizaron a algunos segmentos de la burguesía de Santiago- fueron pasados por “aguas calientes”, como suele decirse cuando se alude a la impunidad y a la benevolencia. Y es que también en Chile la justicia tiene un marcado sentido de clase. Y sanciona a los pobres y encubre a los ricos, pero también a quienes les sirven.
Es probable que -si no alza vuelo el pajarraco- sea entregado, finalmente a la justicia peruana. Pero lo que ocurrirá aquí tampoco es claro. Dependerá no tanto de la “probidad de los jueces” -mercancía casi inexistente- sino más bien de la presión de una ciudadanía consciente que se subleva ante los crímenes horrendos, y que repudia también los latrocinios y la perversión convertidos en política de Estado
Por lo pronto, ya la congresista Keiko Fujimori –la hija mimada del interesado- puso una pica en Flandes asegurando que a Alan García “no le convendrá” el retorno el prófugo. Podría desestabilizarlo ¿Está claro, entonces hacia dónde apunta? (fin)
(*) Del Colectivo de Nuestra Bandera. www.nuestra-bandera.com
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